3.27.2006


Supongo que disfruto este momento, este no ser, aunque dure unos instantes y se vaya sin que generalmente lo note. Me siento tranquila y puedo pensar, aun no estoy dolorosamente consciente de la forma que tomo en tus ojos, sólo luz y ruido de contornos no definidos, nada más y me siento libre de todo lo que creo ser, aunque se deba a que no te he mirado bien, a que no he interpretado tu disposición hacia lo que soy.
Perdona por el aroma de culpa que se desprende, bajo ningún punto es tu entera responsabilidad, esto es compartido y para ser honesta, la mitad del tiempo no sabes que estás haciendo, si es para bien o para mal, si me potencias o me limitas de alguna forma, eso lo sabemos bien y agradezco la tranquilidad que has adoptado al respecto. No me tomas en serio y me dejas destruirte un rato, criticarte, exponer tus heridas de manera cruel y a pesar de todo me miras con esperanza, continuando los rituales que de alguna manera consideras provechosos para esta ruidosa angustia.
En algún punto nos encontraremos y te darás cuenta que estabas en un error, que todo tu cuidado y comprensión me hizo estar demasiado calmada, muy cómoda para ir más allá, pero no te preocupes que no es tarde, estás justo a tiempo parar mirarme a los ojos y darme esos pinceles que ningún bien nos han hecho, déjame a cara lavada y te prometo que seré por siempre luz, por siempre ruido y no volveré a callar cuando te escuche a lo lejos, no te volveré a ignorar.

3.20.2006



Trato de alejarme pero el encanto de tu ofensa me llama, no puedo escapar y no me importa la inutilidad de mis esfuerzos, al parecer no está escrito que escape de ti y la extraña alegría que en esto encuentro, me hace sonreír con la misma mezcla de ironía, miedo y admiración que me invade cada vez que me revelas tu mundo. No puedo dejar de pensar en tu expresión, tu quemante necesidad por decirme aquellas cosas que te brindan satisfacción y también esas otras que te impulsan con su brutalidad.
Tienes la costumbre de escoger palabras dulces inyectadas con el más placentero veneno y con ellas me envuelves, me atrapas, dejándome siempre a la espera del momento de perderme eternamente en ti, en tu discurso de amor repudiado y de odios necesariamente amados, de mujeres blancas y suaves con negros sentimientos, de madres que no lo son ni en el primero momento, de ciudades que devoran y no se molestan en escupir el cuerpo.
Tantas oscuras y vitales realidades que no puedo dejar de oir y las ganas que no cesan de querer perderme en ti.

3.16.2006


Todo lo acontecido, lo que se sufrió y lo que se gozó, todo a cuanto fue testigo se encontraba presente en esa palabra y cuando realmente la vio, no pudo evitar un par de lágrimas y un temblor en las extremidades, algo leve, suave, casi imperceptible para cualquiera que pasara por su lado.
La palabra viajó por sus venas, dio un largo recorrido por varios órganos, se detuvo en sus pulmones y corazón, deambuló por distintas glándulas, llegó incluso hasta ese lugar prohibido donde la espina anidaba hace tanto ya, arrancándola de raiz, expulsándola con furia y la cobarde sólo supo de morir al enfrentarse con lo exterior. Que pequeña te ves, mi pequeña tristeza, tan bella cuando quieres, te haces desear, te haces querer, sabes generar ese dolor placentero que adormece tan bien, mata tan bien, hasta pena se siente al verte en ese estado y casi ganas otra vez, pero sabes bien que una vez extirpada, jamás puedes volver
Si bien con tu partida puedes generar el lento desangramiento de quien poseías, puedes ser superada, tu herida puede ser sanada y de pronto eres nada, ni siquiera un recuerdo, nada despiertas ya, tu ausencia no es sentida, el crucial espacio que alguna vez tuviste se encuentra repleto no de una, sino que de muchas palabras, no todas amables, pero sí vivas.

3.10.2006





La bruma azul que llenaba el cuarto sólo me permitía ver ese rostro hermoso e inmóvil, tampoco creo que me habría sido posible mirar otra cosa, me sentía observada pero no me atreví a averiguar si era cierto, supongo que todos notaron el impacto que se estaba generando en ese espacio.
Creo que pasaron unos pocos minutos y ese rostro se había llenado de dolor y rabia muda por todo cuanto le rodeaba, menos por esos ojos miel, esos que se encargaron de la vida y muerte de quien tengo en frente. A veces podía efectivamente ver el amor cuando le nombrabas, era mezcla de luz y niebla sin forma definida, de colores brillantes, pero no necesariamente cálidos, eso me sorprendió. A pesar de eso no me detuve sobre lo raro que podía resultar, representando quizás la entrada a una breve e intensa realidad alucinada.
No logré escapar del sentimiento voyeur que me parece tan evidente en esta situación y del placer que este genera ¿Por qué me dejas mirarte? ¿Por qué no me expulsas de este momento tan íntimo? No me pareces la clase de ser que suele lamer sus heridas en público, quizás estoy errada y también disfrutas mostrándome tus cicatrices y especialmente esas heridas que continúan sangrando igual o peor que cuando tu ojos miel se fue silencioso, tranquilo, mientras el mundo estallaba a tu alrededor matando a tantos otros, de mil maneras, todas y cada una de ellas profundamente dolorosa, pero a ninguno como a ti.
Desde aquí resulta fácil entender porque olvidaste, porque mataste a esa niña, convirtiéndote en lo que veo, sé que volverás a olvidar y está bien, ahora yo recuerdo por ti y existo en ese baile con tus tantas pesadillas, no quiero que te sientas mal por el regalo que me diste, no me has dañado ni perjudicas mi camino, siento que las pesadillas ajenas son siempre más llevaderas que las propias.