12.22.2006


Hoy se perdió mi gata, desde anoche salió y no la he visto, me dicen que los gatos hacen eso, a veces se pierden por días, lo sé. Desde chica le gusta esconderse, el mismo día que llegó a la casa jugó a ser Houdini y por largo rato creímos que había escapado de un cuarto absolutamente cerrado, la encontramos después (frustrando mis veloces expectativas de hacerme millonaria con la súper gata escapista). Sé que probablemente aparezca, pero supongo que en un día de pérdidas, reales o fantaseadas, no era lo mejor que podía pasar. No es que sea especialmente apegada a ella o cariñosa, no la escucho ronronear ni la dejo subirse a los muebles conmigo y a pesar de eso, no dejo de tener cara de desastre. Mi gata es un tanto arisca pero regalona a voluntad, se acuesta al sol y persigue mariposas imaginarias, duerme siesta sobre el toldo del patio y no baja a menos que le hagan una escalera con una silla, rara vez maúlla pero siempre está mirando atenta, da la impresión de no necesitar nada pero igual quiere un montón de cosas, mi gata será pequeñita, pero tiene toda la actitud de los grandes felinos y ese narcisismo intacto tan atractivo a los ojos de los que renunciaron.
Hoy no sólo se perdió esa gata a la que a veces me parezco, me di cuenta de muchas cosas que ya no están y otras que renuncié a dudosa voluntad, lloré bastante y la rabia que acompañó mi mañana se transformó en tristeza, todas las pequeñas pérdidas se mezclaron, tomando el mismo color, un verde mustio esperanzado en la espera. No sé que hacer con lo nuevo o más bien lo resurgido, asumo que si en algún lo sepulté fue porque no encontré otra solución, pero ahora es el momento para encontrar otra, porque ya no sirve, sepultar ahogó la pena y a mí en el camino, creo que hace tiempo ya llegó el momento de sacar las piedras y poder respirar, que al final no son tan pesadas, ojalá mi gata escapista aparezca y pueda mostrarle nuevos colores.