
“No hables desde ti”, “tú no estás aquí”, sí, sí, ya lo sé y entiendo este bizarro modo de funcionar, lo acepto, lo apruebo, lo respaldo, pero no sé si alguna vez logre hacerlo. Te miro y digo lo que no debo, me dejo poseer por lo que consideré obvio alguna vez y hago justo lo que quieres, lo que todos hacen, lo que siempre te hacen y me convierto en uno más, sin escuchar tu llamado soterrado, esperando que este estado de tensión que no conocía me abandone.
No sé qué mirada te doy, no escucho el tono de mi voz y tampoco me preocupo por los ojos repentinamente más brillantes, tan cerrada sobre las convicciones que no conozco pero creo intuir y a pesar de lo ciega que estoy a ti, tampoco logro verme.
Sólo veo que te multiplicas, te repites, te extiendes, te ausentas en mi alterada temporalidad y todavía no sé por qué es que esto es lo único que puedo hacer. Sigo adelante, sin pensarlo mucho y espero que efectivamente me ayudes en todo esto, mi conducción es débil y casi siempre desviada y no puedo invertir las fuerzas requeridas para hacer frente a tus múltiples caras, además no tengo intenciones de llevarte por mis caminos, te contaminaría, eso es seguro, dejándote en esta confusión azul que me consume día por medio.